Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DEL ALMIRANTE



Comentario

INTRODUCCIÓN




Dícese que un autor se proyecta siempre en su obra, sea ésta la que fuere. Nada más natural. Aplicado este principio a don Hernando Colón, los historiadores que le saben autor de la Historia del Almirante y a su vez creador y organizador de la Biblioteca Colombina, no han dejado de sorprenderse durante más de un siglo. Cuando menos, dicen que están ante una personalidad compleja, difícil y contradictoria. Cuando más, creen y tratan de demostrar que no todo ese edificio intelectual a él atribuido pertenece a la misma persona ni lleva el mismo sello.

Lo que trae de cabeza a todos es cómo explicar y hacer compaginar al autor de la Historia del Almirante, generosa en imprecisiones, ligerezas y errores, saturada de una fuerte carga de emotividad y apasionamiento con el Hernando bibliófilo y bibliógrafo, siempre metódico y ordenado, meticuloso hasta extremos casi enfermizos, frío en cualquier planteamiento y siempre realista. He aquí el problema en que hasta el presente han sido gastados varios miles de páginas.

Nadie discute ya que don Hernando fue el paladín más capaz y esforzado de cuanto tuviera que ver con la honra y gloria colombinas, con la grandeza y renombre del apellido y casa del descubridor de América. Formada su personalidad más a la luz del fracaso paterno que bajo el regusto de su triunfo --tan efímero--, inteligente y leído que fue, se identificó pronto con esa defensa. Andando el tiempo, con la pluma por arma y la documentación familiar a su merced, no dudó en transmitir a veces verdades a medias; otras, soslayar hechos que comprometerían al más grande de los descubridores; en ocasiones, borrar huellas y confundir a la posteridad con el fin de que el protagonismo de los Colón sobre el Nuevo Mundo no se viera empañado.

Ha quedado retratado como el más intransigente y combativo de la familia, como demuestra su actuación vigilante en los Pleitos Colombinos. Siempre se negó a ceder ante la Corona; ni siquiera fue partidario de buscar una transacción razonable --cuando esto sucedió, se hizo a sus espaldas.

Su afición por el saber y los libros es la otra cara del personaje, que llegó a reunir la más rica biblioteca particular del momento; cultivó la cosmografía y destacó en ciencia náutica; se interesó en la descripción topográfica de España, empresa que no culminó por impedimento ajeno; fue amante y cultivador mediocre de las Bellas Artes.

Entrados en estos terrenos científicos y de recopilación, la obra de Hernando se hace más segura y conocida, apenas discutida y siempre ensalzada. Aquí se encaramó como lo que de verdad fue: una figura señera del Renacimiento español con vocación enciclopédica y realizaciones muy notables.